Una vida en cada página (I)

Desde la Feria del Libro de Sevilla queremos emprender un recorrido por algunos pasajes de los libros más destacados de la literatura universal. ‘Una vida en cada página’ es el lema de esta edición, pero también es una propuesta que desde el equipo de la FLS hemos pensado, con el fin de zambullirnos en aquellos pasajes que marcan el transcurso de un libro: esa página en la que aparece retratado un personaje que nos golpea tan fuerte que nos parece un compañero más del viaje de nuestra vida; en la que un paisaje toma el protagonismo y cuyo aura se nos queda dentro para siempre o en la que la voz narradora cobra fuerza y se atreve a recordar aquellos momentos vitales que cambiaron su propia historia personal (y ante los que sonreímos cómplices al pensar que podría ser la nuestra). Si algo tiene la literatura es que probablemente, todas y todos hayamos querido conocer la parte líquida del mundo para disipar la melancolía, como Ismael; los rezos de nuestra infancia nos hayan causado el desvelo alguna noche, como le pasaba a Julia, o bien regresemos a nuestra infancia cuando llega el otoño, como hacía Luis.
Hemos seleccionado 10 títulos, pero iremos desgranando más a lo largo de esta espera y, sobre todo, leeremos atentos vuestras propuestas. Esto es solo el principio, pero en cada página hay una vida posible.
Moby Dick, de Herman Melville
Pueden ustedes llamarme Ismael. Hace algunos años —no importa cuántos, exactamente—, con poco o ningún billete en mi billetera y nada particular que me interesara en tierra, pensé darme al mar y ver la parte líquida del mundo. Es la manera de disipar la melancolía y regular la circulación. Cada vez que la boca se me tuerce en una mueca amarga; cada vez que en mi alma se posa un noviembre húmedo y lluvioso; cada vez que me sorprendo deteniéndome, a pesar de mí mismo, en las empresas de pompas fúnebres o sumándome al cortejo de un entierro cualquiera […] entonces comprendo que ha llegado la hora de darme al mar lo antes posible.
Entre visillos, de Carmen Martín Gaite
Siempre aquella cosa en la garganta, como un latido apresurado que entorpecía las primeras palabras. Siempre desde pequeña, y cada vez más agudizado. Sentía a sus espaldas las luces de las velas, los cánticos, los rezos, los ojos guiñados de los santos, mezclarse, menearse en un jarabe espeso y giratorio que se aplastaba contra ella inmovilizándola de cara a la madera, aturdiéndola con su hervor confuso.
Ocnos, de Luis Cernuda
El otoño
Encanto de tus otoños infantiles, seducción de una época del año que es la tuya, porque en ella has nacido. La atmósfera del verano, densa hasta entonces, se aligeraba y adquiría una acuidad a través de la cual los sonidos eran casi dolorosos, punzando la carne como la espina de una flor. Caían las primeras lluvias a mediados de septiembre, anunciándolas el trueno y el súbito nublarse del cielo, con un chocar acerado de aguas libres contra prisiones de cristal.
Cumbres borrascosas, de Emily Brontë
Cumbres borrascosas es el nombre de la morada del señor Heathcliff. El elocuente adjetivo regional describe el tumulto atmosférico al que está expuesto el lugar en un clima tormentoso. […] Por fortuna, el arquitecto de la casa tuvo la precaución de construirla sólida: las angostas ventanas están profundamente empotradas en la pared y unos grandes guardacantones protegen las esquinas.
El nombre de la rosa, de Umberto Eco
El bibliotecario nos presentó a muchos de los monjes que estaban trabajando en aquel momento. Malaquías nos fue diciendo también cuál era la tarea que cada uno tenía entre manos, y admiré la profunda devoción por el saber, y por el estudio de la palabra divina, que se percibía en todos ellos. Así conocí a Venancio de Salvemec, traductor del griego y del árabe, devoto de aquel Aristóteles que, sin duda, fue el más sabio de los hombres. A Bencio de Upsala, joven monje escandinavo que se ocupaba de la retórica. A Berengario de Arundel, el ayudante del bibliotecario. A Aymaro d’ Alessandria, que estaba copiando unos libros que solo permanecerían algunos meses, en préstamos, en la biblioteca.