Compartimos la intervención íntegra de la poeta Carmen Camacho durante el acto inaugural de esta flamante Feria del Libro de Sevilla 2023. Un elogio de la lectura como acto de resistencia, de a celebración de las nuevas voces y públicos y del orgullo de las letras -y la escena- sevillana:
«Tengo el honor de poner palabras, que sirvan de pórtico, a este acto de presentación de la Feria del libro de Sevilla 2023.
Les habla una autora, una poeta, pero también os hablo como vecina de esta ciudad, como lectora interesada por las letras contemporáneas; interesada también por el fenómeno editorial que está dando acogida a autoras y autores actuales, y que también está traduciendo, rescatando y vindicando figuras ocultas y de culto; e interesada asimismo por la red de librerías – que no sin fatiguitas muchas veces – aquí nos dan de leer. Les hablo, por supuesto, como flâneuse disfrutona de la Feria del Libro de Sevilla, de esta cita cultural imprescindible cuya gestión sabemos que tiene su andamiaje y sus perejiles, que año a año logra ser punto de encuentro de gentes letraheridas, y que desde el jueves 26 de octubre viene volverá a latir en el corazón de la ciudad.
El propósito de esta pequeña intervención es, sencillamente, el de recordar el sentido profundo que tiene hacer esta feria del libro, más allá – o, mejor dicho, mucho más acá – de las cifras, del número de casetas o de libros vendidos, del renombre de los autores… A mi entender, todo esto ha de tener una razón honda de ser, un sentido humano y para el tejido cultural de esta ciudad mucho más sutil y valioso, realmente ‘cultural’. “Recuérdalo tú y recuérdalo a otros”, escribió Luis Cernuda. Si la ilustradora María Hesse, en su estupendo cartel de la feria nos habla del “Hechizo de la lectura”, aquí vengo yo a conjurarla, a invocarla una mijita y a desear buenos augurios para esta edición.
Quiero comenzar hablando de lo que más importa en una feria de libro: del libro y sus dos caras, la de la escritura y la de la lectura. No voy a descubrirles mediterráneos si les cuento que leer, lo que sea, desarrolla las entendederas, el pensamiento conceptual y abstracto.Pues imagínense qué bueno, si lo que leemos son letras, actuales y clásicas, a la vanguardia, es decir, palabra como materia artística y pensamiento puesto en pie.
No hay cosa más subversiva que esa tan quieta de leer un buen libro detrás de otro libro, a poder ser que confronten unos y otros ideas y estéticas. No hay cosa más subversiva que esta tan quieta de leer un buen libro detrás de otro, por lo que abren dentro, y por el hecho mismo de hacer un remanso de silencio y sostener amorosamente la atención sobre la página.
La mera actitud de la lectura representa una sublevación inmóvil en este mundo hiperactivo y distraído. Cierto es que en cualquier feria hay ruido y libros de vanguardia y de retaguardia al rebufo de las modas comerciales. Pero hay un tipo de libro para cada lector, y esta feria es un puente. Digo más, la programación de coloquios, conferencias y presentaciones de la Feria, como vamos a poder ver, se centra en la literatura y en el pensamiento crítico, en una propuesta bien formada e informada, confeccionada con criterio y conocimiento. Me consta que en ello intervienen informados expertos.
En ocasiones, las corrientes dominantes en literatura, así como las propuestas del circuito, digamos, más comercial, nos hacen pensar, equivocadamente, que no hay nada nuevo bajo el sol. Disiento. En estos tiempos asistimos a la irrupción de nuevas voces -en narrativa, ensayo, aforística, poesía…-, de nuevas formas de decir y desde otros lugares, fronterizos y heterodoxos, mixtolobos, que dan voz a vivencias y realidades no contadas hasta ahora, o no de esta manera. Lo pienso cada vez que abro un libro de Sara Mesa, de Rosario Izquierdo, de Silvia Hidalgo… Se ha amplificado y diversificado el perfil de quienes escribimos y también el perfil de quienes nos leen. Ya no hay un lector o lectora tipo, ni podemos hacer tan fácil el retrato robot de una poeta o narrador. Y eso es una alegría y contribuye de forma genial a la bibliodiversidad que vamos a poder contemplar dando un paseíto por la feria.
Si las autoras y autores nos podemos encontrar con nuestro público es gracias a un gremio de editores que, especialmente en Sevilla, goza de esplendor, vitalidad y de un espíritu común y colectivo. Yo los he visto en acción. Y no es ninguna tarea fácil ni especialmente crematística eso de armar un catálogo exigente… La tradición y la salud editorial sevillana creo que es algo de lo que sentirnos bastante orgullosos, y que no ponderamos suficientemente. Gracias a editoriales valientes, exigentes, no acomodaticias, como muchas de las que van a estar representadas en la Feria del Libro de Sevilla, la heterogeneidad de la literatura y el talento –impresionante- de las autoras y los autores de aquí, tienen hoy su sitio y un reconocimiento a nivel nacional e internacional.
Y los libreros y libreras: sin su misión nada de esto es posible. Las librerías tienen, además, una militancia en algo que me parece muy importante: la localización, física, la de construir un espacio y en él un refugio y un lugar de encuentro, un espacio de verdad en un barrio, en una calle, que sea un lugar de referencia para dar de leer, para que entre cualquiera y el librero o librera nos conozca por nuestro nombre y sea un poquito nuestro farmacéutico intelectual, y nos acompañe en la elección de las lecturas. Desde la pasada feria a esta, se nos han ido como el rayo algunas librerías que nos dieron de leer como las panaderías nos dan el pan.
Estos son los mimbres con los que la asociación Feria del Libro de Sevilla – con el apoyo del Consistorio, la Junta, la Diputación, el Ministerio, y no sin dificultades de tipo técnico, administrativo, de coordinación…- levanta por varios días -ay, Italo Calvino- una ciudad invisible en pleno centro, con una programación variada y valiente, donde pasan muchas cosas que después siguen pasando por los dentros y en las casas de las gentes que se duermen al arrullo de un librito. En estos días, pensando en esto que os iba a decir, se me han agrupado en el recuerdo un montón de ferias del libro de Sevilla donde pasaron tantas cosas que guardo en el corazón… Eso sí, desde siempre he dicho, y lo seguiré diciendo, que a esta Feria le haría falta, en alguna calle aledaña de El Arenal, un valleinclanesco callejón de los espejos o, en su defecto, una buena Calle del Infierno.
Nos vemos en la Feria del Libro de Sevilla.»