La novelista barcelonesa Clara Usón ha enfrentado esta tarde su obra literaria a la del sevillano Daniel Ruiz en la segunda jornada del Festival Hispalit, enmarcado dentro de la Feria del Libro de Sevilla. Aunque distanciados en cuanto a geografía y generación (Clara Usón nació en 1961 y Daniel Ruiz en 1976), sus últimas novelas abordan un tema común: ambas vuelven su mirada, desde muy diferente perspectiva, a la década de los 80 en España. De ello han hablado en el conversatorio Estampas de la Transición. ¿Aquellos maravillosos años?, en el que han convenido en no mitificar un periodo que, “si bien nos sacó del régimen de Franco y eso ya de por sí es positivo”, como ha destacado Usón, tuvo un reverso marcado “por la heroína y un ambiente de violencia social”, como ha querido matizar Ruiz.
Para Clara Usón este momento histórico, la Transición y los años 80, es una constante en su obra, o al menos podemos decir que la atraviesa en tres de sus novelas, conectadas directamente con este periodo: El asesino tímido, Corazón de Napalm y su última aparición en librerías, Las Fieras.
Por su parte, Dani Ruiz ha hecho su primer gran acercamiento a este momento de nuestro pasado reciente con Mosturito, un viaje a los años 80 desde la periferia urbana de una ciudad de provincias -Sevilla- y desde la mirada de un niño a punto de entrar en la complicadísima edad de la adolescencia, marcado por un entorno familiar desestructurado, y enmarcado en un barrio de extrarradio, con toda la dureza que eso implica.
La nueva novela de Clara Usón, Las Fieras, arranca una tarde de septiembre de 1985. Se pasea por episodios muy concretos de la historia reciente de España, por ETA y por los GAL -algo absolutamente novedoso en la literatura nacional- y sumerge al lector en esa atmósfera de violencia cotidiana de los años de plomo de ETA, a la vez que incorpora todos los demás ingredientes de la Transición y la jovencísima democracia española de la época: como las drogas, el sexo, y otros excesos.
En cambio, en Mosturito, la nueva novela de Daniel Ruiz, no se hace referencia temporal explícita, pero te da muchas pistas, desde la publicidad que escupe la radio de la vecina Cisca y que se escucha por el hueco de la escalera hasta la mención de muchos otros objetos cotidianos de la época que hoy nos parecen casi arqueológicos, como walkitalki, walkman o las maquinitas de las salas de Recreativos. Igualmente, en un ejercicio de equilibrismo literario que combina humor y sordidez, en Mosturito se habla de violencia de género, pederastia en la iglesia, maltrato infantil y otros asuntos que 40 años después nos siguen preocupando pero que entonces “los niños teníamos que sortear casi por intuición porque nadie nos lo contaba, existía una cultura del enmascaramiento”.
Para Clara Usón, por su parte, que era una joven que iba a la Universidad en los años 80, reconoce que escribe de la Transición porque es su pasado: “Pertenezco a una generación que estrenó su juventud con la democracia y queríamos romper con el pasado, renegando de nuestros padres, como si ellos tuvieran la culpa de haber vivido en dictadura”.